Despierto en medio de una violación a mi sueño. Mi presión arterial a más no poder entre tu paladar y tu lengua ya experimentados, tus labios humectados, tus manos sigilosas… Me descubres despierto, pero una acción vale más que mil palabras. Tus dedos incisivos clavados en mi costilla, la otra mano aferrada a mi pierna, tu garganta se vuelve mas profunda y mi límite de éxtasis está por llegar. Intento tocar tus pechos. Me pregunto si estoy soñando y lo creo así. Me aprovecho de mi victimaria. Enérgico, con ademán de gladiador, te tomo firme de tu frágil cuello que calza perfecto sobre tu clavícula. Tus caras y sonrisas provocan que te desee aun más. Cierro los ojos y me hundo hasta lo más profundo, sin dañarte. Te amo, te escupo, te golpeo, te muerdo y te sigo amando. Pienso en cuanto me encantas y cuanto te amo. Sublime… es recíproco. Comienzo a enternecerme por el cariño plasmado, pero haces un movimiento inesperado con tu lengua. Mi humanidad se eriza, se tensan mis músculos y quedo paralizado tres segundos. Mi corazón deja de latir y derramo toda mi lujuria en tu boca, en tu cuello perfecto y en tus pechos mientras me coqueteas con esa mirada pérfida que siempre me encanta.
Aún tengo ese flash en mi mente: tú mirada pérfida…
Ismael